La cara B de la ecología
- Regina García
- 30 may 2021
- 2 Min. de lectura

Regina García. Castelló
Cuando compramos un producto “ecológico”, nos ponemos un “parche” que nos hace un poco más inmunes a todos aquellos sermones que observamos por redes sociales y medios de comunicación, que nos presionan para reciclar, no abusar del consumo de plásticos y utilizar productos ecológicos. Pero, la verdad que se esconde detrás de muchos de estos productos, puede no ser tan confortante como nosotros creíamos.
Casi cincuenta hectáreas de cultivo biológico (que es el equivalente a 100 campos de fútbol) es lo que necesitan algunas conocidas marcas de productos de belleza para producir sus aceites esenciales. Esto nos deja en shock y nos lo explica mejor el farmacéutico Héctor Núñez, famoso en redes sociales por desmentir y aclarar ciertos aspectos de la cosmética natural. Como Núñez afirma «explotar un recurso natural, certificado o no, para muchas veces obtener una cantidad de materia prima pequeña, no es para nada sostenible. Pensemos solamente en el consumo de agua y el desgaste del terreno».
También existe la paradoja de los residuos plásticos. Como explica la cosmetóloga Eva Raya, cofundadora de “Alice in Beautyland”, pese a que el plástico es uno de los materiales peor vistos, también es más ligero, con lo que se reducen las emisiones de CO₂. «Algunos envases en apariencia más reciclables no son tan inocuos con la transmisión de partículas al producto».
Si observamos bien, no todo es lo que parece y aquellas decisiones que en un principio se creían menos nocivas para las personas y para el medio ambiente, no lo son. Utilizar ingredientes más “naturales”, hace que hayan unas consecuencias catastróficas a nivel medioambiental. Las empresas deberían “ponerse las pilas” cuanto antes en estos aspectos y estar 100% comprometidas con el medio ambiente, pero en todas sus facetas, no solo la que conoce el público. Es innegable se avanza sin pausa en cuestiones de ecología, pero aun así, nunca se debe perder el rumbo hacia una producción respetuosa, tolerante y sin crueldad animal, pero sin “consecuencias” en segundo plano.
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