Radiografía de los premios musicales en España
- Pau Martínez
- 25 may 2021
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 30 may 2021
Desde que se crearon los premios musicales hasta su llegada a España los premios musicales se han convertido en una herramienta de publicidad para discográficas

Pau Martínez Castelló
Cantantes, grupos, productores, managers… a lo largo de la historia ha habido toda clase de figuras mediáticas que han ayudado a magnificar aún más una industria que nunca ha querido perder sus privilegios, por mucho esfuerzo que costase mantenerlos. Los premios musicales son tan solo otra prueba más de esta evasiva a cambiar el statu quo, aunque parece que poco a poco que todos los implicados se han dado cuenta de que tienen que afrontar un cambio para sobrevivir a los nuevos tiempos (y a las nuevas audiencias).
Inicio de los premios musicales
Premiar a la industria musical (que no a la música) no es algo novedoso para muchos, aunque sí que guarda un lugar más reciente en la historia de la música de lo que la gran mayoría de personas piensa. A finales de la década de los 50 en EE. UU. las discográficas vieron una gran forma de dar a conocer las obras de los artistas que tenían en su cartera mediante unos premios llamados Grammys que en el 1959 organizarían su primera edición. Ese mismo año se fundó Motown Records, discográfica que lanzaría a la población afroamericana y su música al mainstream estadounidense y cuya música resulta clave para comprender la buena acogida de los Grammys. Esa tendencia seguiría al alza los próximos 50 años consolidando la industria americana como la más puntera del mundo e intentaría expandir su público con la creación de su equivalente para el mercado latinoamericano con los Grammys Latinos en el año 2000. El punto álgido de su modelo de industria llegó en el 2012 cuando casi 40 millones de personas vieron en directo unos premios que supieron ver en la retransmisión televisiva de su gala una forma para aumentar sus audiencias y que desde hacía 20 años explotó a la perfección.

En España la situación a mediados de los 90 era totalmente distinta a la estadounidense ya que cuando en los Estados Unidos ya se trataba a los premios musicales como algo de prestigio aquí tan solo se estaban poniendo los cimientos. El Premio Princesa de Asturias de las Artes o los Ojo Crítico eran de los pocos galardones que premiaban a la música, aunque no lo hacían de forma exclusiva. Con los Premios de la Música organizados por la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) y la Fundación Autor en el 1996 se dio el pistoletazo de salida a los premios musicales en España que en ese mismo año verían como los Premios Dial y el Premio Tomás Luis de Victoria. Sin embargo, la llegada de la crisis propicio que algunos de estos premios tuviesen que cancelarse, pero por suerte en los últimos años están brotando nuevas propuestas en el panorama musical español, incluso especializadas en géneros concretos como los Premios Lion o los IAMRAP, galardones nunca vistos.
En Gran Bretaña el papel de la radiotelevisión pública es y ha sido muy importante con la BBC (British Broadcasting Company) organizando festivales, premios y demás actos para promocionar y premiar a los artistas de todos los géneros en su país. Es destacable que un país tan liberal como Gran Bretaña apueste por usar sus medios de radiodifusión como herramienta. Por el contrario, está RTVE que en materia de premios tiene un papel casi testimonial con una presencia muy mínima galardonando (que no promocionando) a los artistas de nuestro país.
Actualmente los Premios Odeón (surgidos a raíz de la unión entre los Premios de la Música y los Premios Amigo) junto a los Premios MIN (Premios de la Música Independiente) son los premios de referencia en un país que, tras una década de escándalos con sociedades de derechos de autor y crisis económica de por medio, parece que vuelve a sacar la cabeza.

En unos galardones en los cuáles se supone que se debe premiar a los cantantes y demás artistas (porque ellos y ellas son los principales responsables) muchas veces se tiende a dejar de lado su propia opinión y visión de dichos premios. Cala Vento es un dúo catalán que con únicamente dos instrumentos ha cautivado a miles de personas con su rock. Su trabajo no ha pasado desapercibido y los Premios MIN les otorgaron el premio a mejor álbum de rock, el cual consideran un «vale, venga, lo estamos haciendo guay». Admiten que todos los implicados en el proceso de producción musical buscan su propio beneficio y que no hay un corporativismo latente: «Es obvio que los productores son una parte más del engranaje que compone la industria musical y que beneficia a todos, pero, como premiados, nos gusta pensar que esa gente que hay detrás pone a los artistas en el centro de sus decisiones»
Otro artista que en los últimos ha consolidado su carrera después de más de 15 años intentando sacar cabeza es Pau Vallvé, mejor disco del año en los Enderrock 2021 y Premi Gaudí! a la mejor banda sonora. En su caso su área de alcance está reducida ya que la mayor parte de sus canciones están compuestas en catalán. Estar encasillado en un idioma antes que en un género musical es otro de los criterios puramente arbitrarios que considera Pau que existen. «La calidad y la categorización son tan subjetivas… Resulta demasiado complicado saber si los jurados valoran la tendencia o la calidad musical, aunque si fuese el último caso los jurados tendrían que estar formados por músicos y estudiosos». «Yo me limitaría a recomendar discos, sin premios ni puntuaciones», añade.
La otra cara de la moneda son los artistas con pocos recursos, de garaje, que crean música por amor al arte (nunca mejor dicho). Autoescuela es uno de ellos y el líder de este dúo asturiano Santiago Fernández tiene clara su visión sobre los premios musicales. «La carga de trabajo que conlleva crear música por muy de baja calidad que sea es lo suficientemente agotador como para estar pensando en posibles galardones». Además, añade «No creo que nadie cree música con la intención de ganar un premio. Si alguien estuviese tan desesperado por crearse un nombre en el mundo de la música de ese modo sería muy patético y triste».
España sigue dando pasos hacia delante en una materia aun joven como son los premios musicales en nuestro país. Sin embargo, la diversidad de intereses juega un papel tan clave que para que salga un producto medianamente positivo se requiere mucho esfuerzo de todos los implicados.
En una sociedad globalizada en la que prácticamente todo es monetizable la música no escapa a las garras de la máquina brutal que es el capitalismo. Al final quedan productos deshumanizados creados de forma masiva para su consumo con una música que copa todas las portadas y que para más inri ve como sus artífices retroalimentan su rueda vorágine. Mientras, aquellas obras creadas con un motivo puramente artístico quedan relegadas a malvivir y no poder subsistir de sus creaciones o a entrar en la rueda comercial. Poco premio para mucho trabajo.
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